Cihuacóatl: el orígen de La Llorona

CIHUACÓATL. “La mujer serpiente”, “Recolectora de almas”, esposa de Quetzalcóatl, Diosa madre de la raza Azteca así como de sus dioses. Según el Códice Aubin, fue una de las dos deidades que acompañaron a los Aztecas durante su peregrinación en busca de Aztlán, y de acuerdo con la leyenda prehispánica, 10 años antes de la llegada de los españoles emergió del Lago de Texcoco para alertar a su pueblo de la caída de Tenochtitlán y lamentar la suerte de sus hijos. 

ARTE: Mrtnljmn

Es regidora del Cihuateteo: las mujeres que murieron durante el parto y que regresan en busca de sus hijos. A una de estas Cihuateteo se le podía escuchar en las noches, lanzando grandes lamentos por la muerte de su hijo y la pérdida de su propia vida. La llamaban "Chocacíhuatl" —del náhuatl choka, 'llorar', y cihuatl, 'mujer'—. Era la primera de todas las madres que murió al dar a luz. Allí flotaban en el aire las calaveras descarnadas y separadas de sus cuerpos (Chocacíhuatl y su hijo), cazando a cualquier viajero que hubiese sido atrapado por la oscuridad de la noche. Si algún mortal veía estas cosas, podía estar seguro de que para él esto era un presagio seguro de infortunio o incluso muerte. Era esta entidad una de las más temidas del mundo nahua desde antes de la llegada de los españoles. Paradójicamente, también es percibida como Señora benévola, pues cuando un infante iba a morir le dejaba un pedernal como hierro de lanzón en su cuna para avisar de su pronto fallecimiento, para que sus familiares se pudieran despedir.

Como “la recolectora de almas”, es la encargada de llevar las almas de los hombres a donde pertenecen de acuerdo a su forma de morir una vez que el alma (o “tonalli”) era liberada del cuerpo y la dejaba en uno de los 4 destinos de los muertos hasta su reencarnación después de 4 años.
“Cihuacóatl”, Códice de Huamantla, Bóveda de Códices de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia.
Era representada en piedra con una boca muy grande, abierta en actitud de devorar y con los dientes separados, con una cabellera larga y grande, vestida con un hábito blanco, camisa y manto. Como esposa de Quetzalcóatl y parte de su dualidad, le ayudó a construir la presente era de la humanidad moliendo huesos de las eras previas y mezclandolos con sangre. Es madre de #Mixcóatl, al que abandonó en una encrucijada de caminos. La tradición dice que regresa frecuentemente para llorar por su hijo perdido, pero en el lugar sólo encuentra un cuchillo de sacrificios. Para honrarla, cada año se sacrificaba una esclava, a quien llamaban Xilomen, símbolo del maíz y del poder fecundante de los campos, la purificaban vistiéndola de la misma manera que a la diosa; y la llevaban de boda en boda y de banquete en banquete, así como a mercados y otros lugares públicos.

Cihuacoatl, escultura antropomorfa
Cihuacóatl, visitaba a los hombres, y al aparecer frente a ellos, aparecía de blanco, blanco puro como mujer del palacio. Usaba aretes de obsidiana y su cara se pintaba mitad roja, mitad negra, en su cabeza un tocado de plumas de águila se alzaba, y también se ponía un chal (quechqueme) triangular. Traía un palo para tejer de turquesa. De noche caminaba llorando. También era augurio de guerra.

Era a la vez diosa de la tierra, diosa de la fertilidad, el nacimiento y los partos (Quilaztli), era una diosa guerrera (Yaocíhuatl) y madre (Tonantzin) tanto de los aztecas como de sus mismos dioses. Tonantzin en náhuatl significa “nuestra madre venerada”. Aunque de manera difusa está directamente asociada con la muerte. Su templo, “Tlillan”, representa las propiedades del inframundo y del vientre materno. Patrona de los médicos, de los sangradores, de las parteras, de los cirujanos y de los que daban remedios para abortar. Patrona de las mujeres que mueren al dar a luz,  y por ello regidora sobre el Cihuateteo. Se decía que se las podía encontrar en los cruces de caminos llorando por sus hijos y a veces se las considera enviadas desde #Mictlán, el inframundo. Bajan a la tierra en ciertos días dedicados a ellas en el calendario con el fin de espantar en las encrucijadas de los caminos y son fatales para los niños. Y por ésto les hacían fiesta y en esta fiesta ofrecían en su templo, o en las encrucijadas de caminos, pan hecho de diversas figuras. Unos, como mariposas, otros de figura del rayo que cae del cielo, que llaman xonecuilli, unos tamalejos que se llaman xucuichtlamatzoalli, y también maíz tostado que llaman ízquitl. La imagen de estas diosas es la cara blanquecina, como si estuviese teñida con un color muy blanco, lo mismo los brazos y piernas, tenían unas orejeras de oro, los cabellos tocados como señoras con cuernos, el huipil pintado de unas olas de negro, las naguas tenían labrados diversos colores.
Se ha propuesto que la Llorona es una hidridación de tres diosas mexicas: Cihuacóatl (la diosa madre y mujer serpiente), Teoyaominqui (la vigilante de los muertos) y Quilaztli (diosa de los partos y los gemelos). Para los mexicas, este trío de diosas vagaba en la figura de una mujer vestida de blanco que lloraba por sus hijos extraviados, y escucharla era un mal presagio.
Cihuacóatl de Tula
En el libro ”Visión de los vencidos” de Miguel León Portilla, donde se recogen los presagios que los mexicas recibieron de sus dioses antes de la llegada de los españoles, se dice que la diosa Cihuacóatl 10 años antes había previsto la desgracia que caería sobre el pueblo mexica, por lo que empezó a hacer sus apariciones en el antiguo Lago de Texcoco donde lloraba y gritaba desconsoladamente por la tragedia venidera: “Hombres extraños vendrán por el oriente y sojuzgarán a tu pueblo y a ti mismo; y nuestros dioses serán humillados por otros dioses más poderosos.” Los sacerdotes decían que Cihuacóatl, salía de las aguas y bajaba de la montaña para prevenirlos. Subían a lo alto del templo y podían ver hacia el oriente una figura blanca, con el pelo peinado de tal modo que parecía llevar en la frente dos pequeños cornezuelos, arrastrando o flotando una cauda de tela tan vaporosa que se ondulaba con el viento y con su desgarrador grito: “…A dónde iréis…. a dónde os podré llevar para que escapéis a tan funesto destino…. hijos míos, estáis a punto de perderos…”

¿LA LLORONA?

La presencia de seres fantasmales que lloran en los ríos por motivos diversos es una característica recurrente de la mitología de los pueblos prehispánicos. Es así como pueden encontrarse rasgos de estos espectros en varias de las culturas precolombinas, que eventualmente, con la llegada de los conquistadores españoles, fueron asumiendo rasgos comunes debido a la expansión del dominio hispánico sobre el continente. La leyenda es una historia que posee referentes míticos en el universo prehispánico, pero que instaura su drama y su cortejo imaginario y angustiante en el orden colonial.

"La Llorona". de Jefferson Muncy 
En México, varios investigadores estiman que la Llorona, como personaje de la mitología y de las leyendas mexicanas, tiene su origen en seres o deidades prehispánicas como Auicanime, entre los purépechas; Xonaxi Queculla, entre los zapotecos; la Cihuacóatl, entre los nahuas; y la Xtabay, entre los mayas lacandones. Siempre se la identifica con el inframundo, el hambre, la muerte, el pecado y la lujuria.​ En el caso de la diosa lacandona Xtabay (o Xtabal), se identifica como un espíritu malo con la forma de una hermosa mujer cuya espalda tiene forma de árbol hueco. Al inducir a los hombres a abrazarla, los vuelve locos y los mata. La diosa zapoteca Xonaxi Queculla, en tanto, es una deidad de la muerte que aparece en algunas representaciones con los brazos descarnados. Atractiva a primera vista, se aparece a los hombres, los enamora y los seduce para después transformarse en esqueleto y llevarse el espíritu de sus víctimas al inframundo. Auicanime era considerada entre los purépechas como la diosa del hambre (su nombre se puede traducir como la Sedienta o la Necesitada). También era la diosa de las mujeres que morían al dar a luz en su primer parto, las cuales, según la creencia, se volvían guerreras (mocihuaquetzaque), lo que las convertía en divinidades y, por ende, en objetos de adoración y ofrenda.

Cihuacóatl, mitad mujer y mitad serpiente, la diosa que emerge, según la leyenda, de las aguas del lago de Texcoco para llorar a sus hijos (los aztecas) es el sexto presagio de la devastación de la cultura mexica a manos de los conquistadores venidos del mar.​ Cihuacóatl en particular, muestra tres aspectos característicos: los gritos y lamentos por la noche; la presencia del agua, pues tanto Aztlán como la gran Tenochtitlán estaban cercados por ella, con lo que ambos sitios estaban conectados por coincidencias no solo físicas, sino también míticas; y ser la patrona de las Cihuateteo, que de noche vocean y braman en el aire.

Esta abundancia de diosas conectadas con cultos fálicos y de la vida sexual fue génesis no solo de la Llorona, sino también de otros fantasmas femeninos que castigan a los hombres, como la Siguanaba, la Cegua o la Sucia.

A la presencia de estos antecedentes mitológicos entre los pueblos precolombinos de Mesoamérica se suma la contribución española para establecer el mito como tal. Es durante la colonia española en América cuando el mito de la Llorona toma forma.​ A la vez diosa y demonio, nadie, en la psique del mundo colonial, puede resistir su aparición ni su llanto de ultratumba, ni siquiera los conquistadores afincados en el valle de México, quienes a causa del espanto incluso instituyeron un toque de queda a las once de la noche, pues pasada esa hora comenzaban a escucharse los gemidos aterradores de una mujer espectral por las calles de la ciudad de México. Su visión garantiza la muerte o la locura (en similar forma a la de las deidades prehispánicas antes descritas) para aquellos que intentan averiguar el origen de aquel lastimero gemido.

La Llorona en un mural de José Clemente Orozco, en el Instituto Cultural Cabañas, Guadalajara, México. (Créditos)

La Llorona es también uno de los primeros signos del mestizaje, pues es durante este período cuando se identifica en México a este fantasmagórico personaje con doña Marina, la Malinche (1502-1529), quien tradujo la lengua de los mexicas al conquistador Hernán Cortés, que vuelve arrepentida a llorar su desgracia, su traición a su pueblo indígena y su relación con Hernán Cortés, y aún pena por supuestamente traicionar a los suyos durante la Conquista de México. De aquí parecen venir muchas de las versiones que señalan a la Llorona como la protagonista de una trágica historia de amor y traición entre la mujer indígena (o mestiza o criolla) y su amante español, con el que tiene tres hijos, pero debido a su situación él nunca le propone matrimonio (algo común en la época), y la abandona para casarse con una española La mujer al enterarse de la traición, presa del dolor ahoga a sus hijos en el río. Luego al darse cuenta de lo que había hecho, se suicida. Desde entonces, su fantasma vaga por las riveras de los ríos diciendo “Ay, mis hijos!”. Al cometer infanticidio deja como manifiesto el deseo de castigar al hombre en la forma del amante, en unas versiones, o del padre de la mujer, en otras, para lo cual usa al niño o niños como el instrumento de la venganza por ser este la prueba de la deshonra, pero también, de alguna forma, como una manera de castigarse a sí misma por su debilidad.

"La Llorona" Arte de Iren Horrors
Poco a poco y al paso de los años, la leyenda de La Llorona, rebautizada con otros nombres, según la región en donde se aseguraba que era vista, fue tomando otras nacionalidades y su presencia se detectó en otras partes de Latinoamérica. En Argentina, Uruguay, Honduras, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, hay una versión de la llorona. En todas se trata casi de lo mismo: una mujer abandonada mata a sus hijos y su alma pena por ellos y se asegura que todavía aparece fantasmal, enfundada en su traje vaporoso, lanzando al aire su terrífico alarido, vadeando ríos, cruzando arroyos, subiendo colinas y vagando por cimas y montañas.

En Sudamérica, existen algunas leyendas precolombinas que fueron asociadas con la de la Llorona mexicana una vez establecido el dominio hispano sobre el continente, pero que no tienen un origen común con ésta, a pesar de que existan aspectos muy similares. Pueden encontrarse trazos similares en la leyenda del Ayaymama de la mitología amazónica peruana y en las leyendas guaraníes del Itá Guaymí, el Urutaú o el Guemi-cue. Destaca entre estas leyendas la historia de la Pucullén (del mapudungún 'külleñu', 'lágrimas', y 'pu': prefijo plural), perteneciente al folclor chileno. Mientras que la Llorona mesoamericana es castigada por haber asesinado a sus hijos, los de la Pucullén han sido raptados y asesinados por terceros, lo que convierte a esta en una víctima inocente de la maldad ajena, por lo que llora eternamente. Relacionada igualmente con la muerte, al igual que la Llorona mesoamericana, la Pucullén es, más que un demonio castigador, una guía para los que van a morir, a quienes ampara en su paso al más allá.

La letra de la famosa canción tradicional mexicana ”La Llorona” está inspirada por esta historia llena de resonancias. Sin embargo, por siniestra que sea la historia, La Llorona es una canción de amor. “El que no sabe de amores, Llorona, no sabe lo que es martirio” dice la canción, tantas veces interpretada y versionada por artistas de la talla de Chavela Vargas. Una canción como ésta puede tener un efecto curativo en el alma: tal vez si uno sufre lo suficiente, el sufrimiento puede agotarse por completo.

Arte de: RadiusZero

LA LLORONA EN EL CINE MEXICANO
La llorona (1933, dir. Ramón Peón)
Foto: Gaceta UNAM

La llorona (1933, dir. Ramón Peón)
Hablando específicamente de México, las primeras películas sobre el tema surgieron durante la época de oro del cine mexicano, siendo la primera La Llorona (Ramón Peón, 1933), considerada la primera película de horror del cine mexicano.​ Se trata de un melodrama romántico con tintes expresionistas, donde uno de los personajes es poseído por el fantasma. En 1947, se estrenó la La herencia de la Llorona, de Mauricio Magdaleno, en la que el fantasma embruja una hacienda donde el padre ha muerto y el hijo vuelve para despojar a su abuela y a su madre de su patrimonio, por lo que la Llorona reaparece para hacer justicia.

El tema volvió a ser abordado hasta la década de los 1960 con tres películas mexicanas: El grito de la muerte (Fernando Méndez, 1958), es un western con elementos góticos de terror, rico en imaginería asociada al fantasma;​ La Llorona (René Cardona, 1960), un drama trágico donde la leyenda es narrada en su versión más conocida: una mujer mestiza del México novohispano, que se enamora de un aristócrata español, es engañada y en venganza, asesina a sus hijos, maldiciendo a su descendencia. La historia luego se traslada al siglo XX, donde la Llorona (María Elena Marqués) reencarna para cumplir la maldición matando a un niño;​ y La maldición de la Llorona (Rafael Baledón, 1963), que destaca por su manejo de la atmósfera gótica y de terror. En esta cinta, una mujer pacta con el diablo a cambio de obtener poderes, y para pagar deberá matar a su sobrina y revivir a la Llorona.​ Pasarían 11 años para la llegada de La venganza de la Llorona (Miguel M. Delgado, 1974), una película del ciclo de cine de luchadores, donde El Santo y José Ángel «Mantequilla» Nápoles deben enfrentarse a la Llorona.

CIHUACÓATL:
LA VERDADERA “APARICIÓN DEL TEPEYAC”

Desde la época prehispánica, el monte Tepeyac había sido un centro de devoción para los habitantes del Valle de México. En esta eminencia geográfica localizada en lo que fuera la ribera occidental del lago de Texcoco se encontraba el santuario más importante de la divinidad nahua de la tierra y la fertilidad. Curiosamente, con la conquista de los españoles, el eco de la Cihuacóatl se dispersó y en cada región se fusionó con la imagen de varias deidades femeninas: Auicanime “la necesitada, la sedienta”, diosa del hambre de los tarascos de Michoacán; Xtabai, diosa del suicidio según los mayas de la Península de Yucatán; Xonaxi Quecuya, ”la señora de la red de carne”, deidad de la muerte, del inframundo y de la lujuria entre los zapotecos, en Oaxaca. En este lugar tenían un templo dedicado a la Madre de los Dioses, que la llamaban Tonantzin, que quiere decir "nuestra madre" (Cihuacóatl). Allí hacían muchos sacrificios a honra de esta diosa, y venían a ellos de más de veinte leguas de todas estas comarcas de México y traían muchas ofrendas. Era grande concurso de gente en estos días, y todos decían: "Vamos a la fiesta de Tonantzin". y ahora que está allí edificada la iglesia de "Nuestra Señora de Guadalupe", también la llaman Tonantzin.

Imagen siglo XVIII del Cerro del Tepeyac y la Villa de Guadalupe. Aparece el río de Los Remedios.
Fray Bernardino de Sahagún se refiere a la fiesta de "Cioacóatl”. En el Códice Florentino trata de “los dioses que adoraban los naturales de esta tierra que es la Nueva España". Allí Sahagún se refiere siempre a Cihuacóatl como a una diosa nefasta y cruel que se aparecía entre los hombres por las noches. En la versión española' Sahagún escribió: "La primera de estas diosas se llamaba Cioacóatl. Decían que esta diosa daba cosas adversas, como pobreza, abatimiento, trabajos. Decían que de noche voceaba y bramaba en el aire." y Sahagún reitera la identificación de Cihuacóatl y Tonantzin: "Esta diosa se llama Cioacóatl, que quiere decir mujer de la culebra. Y también la llamaban Tonantzin, que quiere decir nuestra madre". Es de notarse que en la versión original en náhuatl de este capítulo sobre Cihuacóatl, elaborado por los colaboradores indios de Sahagún, no aparece ninguna mención de Tonantzin. La versión náhuatl de este pasaje dice: "Capítulo sexto. Aquí se nombran las más altas diosas que adoraban los nativos, que falsamente reverenciaban como divinas. Cioacóatl (Mujer-serpiente), bestia salvaje y mal augurio. Era un mal augurio para los hombres, a quienes traía miseria. Se decía que dio a los hombres el palo de arar y el cordel para llevar carga a cuestas." Hecha la asociación de Tonantzin con Cihuacóatl en el texto español, Sahagún comenta: "En estas dos cosas parece que esta diosa es nuestra madre Eva, la cual fue engañada de la culebra, y que ellos tenían noticia del negocio que pasó entre nuestra madre Eva y la culebra." El hecho es que al identificar a Tonantzin, adorada como “Nuestra Señora de Guadalupe” en el Tepeyac, con Cihuacóatl, y al referir las apariciones de esta Cihuacóatl, Sahagún está refiriéndose, de manera indirecta, a las apariciones guadalupanas. 

Las apariciones de Cihuacóatl prosiguieron después de la conquista. Como se sabe, México Tlatelolco perdió su señorío en 1473 al ser derrotado por México Tenochtitlan. Como la de México, estas apariciones de Cihuacóatl en Tlatelolco y Azcapotzalco se vieron acompañadas por una "maravilla": en Tlatelolco "estaban dos águilas, cada una por sí, enjaulas, y al cabo de ocho años, estando en las jaulas, pusieron y cada una de ellas puso dos huevos". 

Martín Ecatl, general mexica (con el título de tlacatécatl), tal vez estaba asociado al culto a Quetzalcóatl, por su nombre, Ecatl o Ehécatl, viento. En mayo de 1520, antes de la matanza del Templo Mayor, advirtió a Moctezuma y a sus compatriotas mexicas sobre el peligro de que los españoles repitieran la matanza de Cholula, y llamó en vano a la resistencia. Es posible que estuviera asociado a los mexicas que pretendían quitar del Templo Mayor la imagen de Santa María puesta allí por Hernán Cortés, para volver a colocar una estatua de Huitzilopochtli. Asimismo pudo ser de quienes pusieron entonces unas estacas para colocar allí las cabezas de los españoles, en primer lugar la de Pedro de Alvarado. Un año después, el 30 de junio de 1521, en el primer aniversario de la Noche Triste, los mexicas, con la participación destacada de Ecatzin, infligieron una grave derrota a los conquistadores que pretendían tomar el vital mercado de Tlatelolco. Capturaron a cerca de cincuenta españoles, cuyas cabezas fueron colocadas en estacas Los tlatelolcas estuvieron a punto de capturar a Cortés para sacrificarlo, si no fuera por la intervención de un español o "indio amigo". Es notable que después de estos antecedentes don Martín Ecatl haya sido designado gobernador indio de Tlatelolco. Se tienen asimismo referencias de que acompañó a Cortés en su viaje a las Hibueras (1524-1526), durante el cual fue ejecutado Cuauhtémoc, y que viajó a España, donde fue bautizado. De modo que, las coincidencias se hacen más intrigantes, pues aparece por lo menos dos veces ligado a Santa María y una más a Cihuacóatl.

Templo Mayor (CDMX)
Todos estos puntos requieren de una atención más cuidadosa. Cerca de 1531, si no es que en esa misma fecha, (cuando se "apareció la Virgen" a Juan Diego en el Tepeyac, se decía que andaba apareciéndose Cihuacóatl, la mujer-serpiente, asociada por Sahagún con Tonantzin (como vimos anteriormente), a su vez relacionada con la "Virgen de Guadalupe". Y se aparecía precisamente en Tlatelolco y Azcapotzalco, no lejos del Tepeyac, al norte de la ciudad de México, todo lo cual hace aún más interesantes (o sospechosas) estas apariciones. Ahora bien, no deja de resultar significativo que, según los datos que aporta el Códice Florentino, elaborado por Sahagún, don Antonio Valeriano y otros colaboradores, don Martín Ecatl gobernó entre 1528 y 1531: la coincidencia entre este periodo y el de las apariciones de la Virgen de Guadalupe según el Nican Mopohua, escrito por el mismo Antonio Valeriano, sin duda no pasó inadvertida a Sahagún y a Valeriano, y pudo ser deliberada.

De acuerdo a todo lo planteado desde el inicio del texto, podemos deducir que Cihuacóatl sigue presente en la vida de los mexicanos, nuestra verdadera madre Azteca, nuestra diosa protectora, guerrera y temible, digna de una raza que en sus orígenes era honorable, despiadada y fuerte. Tal vez los lamentos de Cihuacóatl eran no solo por la conquista, sino por la decadencia de la raza mexicana. Luchemos por ser dignos hijos de una Diosa como ella, volvamos a ser AZTECAS.
¿Sabías que?.. Es patrimonio cultural. En octubre del 2013, la leyenda de "La llorona", popular en América Latina, fue declarada Patrimonio Cultural Intangible de la Ciudad de México por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. La declaratoria se dio de manera unánime por los diputados del Distrito Federal, hoy Ciudad de México.

FUENTES consultadas y reproducidas parcialmente en el presente escrito:
  • Baracs, R. M. (1990). Las apariciones de Cihuacóatl. Historias, (24), 55–66. 
  • de. Sahagún Bernardino (1938). Historia general de las cosas de Nueva España
  • Jornada
  • Santuario del Alba
  • El Bestiario
❤💚 DRAFNA.

Última actualización: 29 de marzo 2020







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